Nuestros ancestros conocían las etapas de la luna y cómo nos afectaba la influencia de cada una de ellas.
Ya es algo científico según varios estudios hechos por diferentes investigadores, se ha llegado a la conclusión que existe una clara relación entre los ciclos lunares y el estado de ánimo de las personas, ya que los neurotransmisores en el cerebrose encuentra afectada por las fases lunares, haciendo que el estado de ánimo se transforme.
Los investigadores llegan a la conclusión de que lo que ocurre en el Universo físico influye en el cuerpo humano, tanto en las emociones como en el comportamiento.
Esta es la relación qué relación hay entre la luna y los sentimientos:
EN CUARTO CRECIENTE:
Es la primera fase de la luna, en la cual este satélite no es visible en el cielo. Es una etapa que dura alrededor de una semana y en la que poco a poco va apareciendo este astro. Durante esta etapa las personas incrementan su grado de sensibilidad. También se vuelven más receptivas a los demás y buscan compañía. Hay mucha fuerza energética, pero poca concentración. Es un momento de inspiración, pero no apto para trabajos muy detallados.
EN LUNA LLENA:
Poco a poco la luna va viéndose más compacta en el cielo, de este modo, se llega a la luna llena. En esa fase, el satélite se ve completo en el cielo y, generalmente, más brillantes que de costumbre. En esta fase estamos plenos de vitalidad, creatividad y concentración. También es un momento muy apto para hacer introspección y encontrar respuestas a preguntas internas. Hay mayor sentimiento de plenitud y satisfacción, pero también más tendencia a fantasear.
EN CUARTO MENGUANTE:
En esta fase es el tiempo de la dopamina. Este neurotransmisor está asociado con el placer y la diversión. Por eso esta es la mejor etapa para realizar actividades sociales, ya que el predominio de la dopamina nos vuelve más empáticos y tolerantes. Hay mayor comprensión de los demás.
EN LUNA NUEVA:
Esta fase es la etapa más difícil de cada mes. El neurotransmisor que se exacerba es la noradrenalina, esto hace que nos pongamos en una actitud más defensiva frente al mundo. Somos más susceptibles al miedo que en otros momentos y también más irritables. Así mismo, es una etapa de mayor nerviosismo y vulnerabilidad. Es usual que en esta fase se tomen decisiones, ya que aparece un afán por resolver las cosas.
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